Arquitectura High- Tech
A partir de los años 70, un grupo de diseñadores cercanos a la neovanguardia revolucionó la relación entre el interior arquitectónico, su envoltura y sus componentes tecnológicos.
La alta tecnología adquirió su propio reconocimiento como tendencia arquitectónica en los años setenta, alcanzando su punto álgido en la década siguiente, para luego declinar en diversas variantes hasta la actualidad.
Un edificio en particular ha conseguido catalizar el interés de la crítica y el público en general por el naciente fenómeno de la alta tecnología: el Centro Pompidou de París, construido entre 1971 y 1977 por Renzo Piano (1937) y Richard Rogers (1933), con la colaboración de Gianfranco Franchini (1938-2009), ganadores de un concurso internacional.
El proyecto del trío italo-inglés no es el primer ejemplo de arquitectura de alta tecnología, y enmarcar este excepcional episodio en un único marco historiográfico es ciertamente reductor. Por otra parte, es cierto que el Centro Pompidou adopta y lleva al extremo al menos dos de las soluciones más comúnmente asociadas a la alta tecnología.
El centro de arte contemporáneo se concibe como un espacio abierto, cuyos interiores son plataformas liberadas de cualquier accidente y disponibles para infinitas formas de apropiación. Al mismo tiempo, todos los elementos vegetales y estructurales se trasladan a las fachadas y se dejan totalmente visibles.
Así, sobre la envolvente del edificio se estructura un lenguaje arquitectónico cuyas palabras son vigas y tirantes, tuberías y chimeneas, escaleras mecánicas y ascensores. Piano, Rogers y Franchini se basaron en gran medida en la imaginería y las soluciones propuestas por los movimientos neo-vanguardistas de los años 60. Archigram, Archizoom y Superstudio, Richard Buckminster Fuller y Cedric Price, Frei Otto y Günther Behnisch, entre otros, son las referencias que los autores del Centro Pompidou comparten con los demás protagonistas de la corriente high-tech.
Al principio, la corriente high-tech se afirmó sobre todo en Gran Bretaña, de la mano de un grupo de arquitectos nacidos en los años 30: Nicholas Grimshaw (1939), Michael Hopkins (1935), pero sobre todo Norman Foster (1935) y el ya mencionado Rogers. Tras una colaboración inicial en el seno del Equipo 4, en el que también estaban sus esposas Wendy Cheesman (1937-1989) y Su Brumwell (1939), ambos abrieron sus respectivos estudios profesionales y prosiguieron sus propias investigaciones, independientes aunque fuertemente conectadas, ambas circunscritas al ámbito de la arquitectura de alta tecnología.
En esta galería: una selección de arquitecturas de alta tecnología
La carrera de Foster comenzó con algunos edificios decididamente radicales, como la sede de Willis Faber & Dumas en Ipswich (1970-1975) y el Centro Sainsbury de Artes Visuales en Norwich (1974-1978), que anticiparon la relación entre un interior ininterrumpido y una envoltura tecnológica y equipada, que se acentuaría en el Centro Pompidou.
Su lenguaje de High- Tech alcanzó su máximo nivel de expresividad en la década de 1980, en edificios como el Hong Kong & Shanghai Bank de Hong Kong (1979-1986) y el Centro de Distribución de Renault en Swindon (1982-1983), este último un ejemplo típico y exitoso de estructura tensada de alta tecnología.
Desde finales de los años noventa, Foster se orienta hacia una notable simplificación formal, que pone de manifiesto una preocupación antes esencialmente marginal para la arquitectura de alta tecnología, a saber, su relación con el contexto.
En el caso de Le Carré d'Art en Nîmes (1984-1993), por ejemplo, la composición abstracta y depurada del volumen arquitectónico sirve para establecer un diálogo con la cercana y clásica Maison Carré.
Obras como la Swiss Re Tower de Londres (1997-2004) y el London City Hall (1999-2002) apuntan en una dirección completamente diferente, dando testimonio de un renovado interés por la arquitectura de inspiración orgánica.
A pesar de su evolución, la trayectoria de Rogers sigue siendo más claramente representativa del bowelismo, término acuñado originalmente por Michael Webb, de Archigram, en 1967.
Si en la casa que construyó para sus padres en Wimbledon (1969) sólo son visibles las cerchas pintadas en amarillo chillón, es en el Centro Pompidou y el edificio Lloyd's de Londres (1978-1986), una declarada reinterpretación contemporánea del Crystal Palace de Joseph Paxton, donde el espectáculo de las entrañas técnicas alcanza su más completa expresión.
Menos extremos, pero coherentes con esta investigación, son los proyectos de Rogers en las décadas siguientes, como el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo (1989-1994) y la sede de Channel 4 en Londres (1990-1994), cuyo armazón sólo recupera parcialmente su continuidad y solidez.
Paralelamente a las carreras de sus dos deidades tutelares, el High- Tech ha sobrevivido hasta nuestros días como una corriente particularmente viva y prolífica en la arquitectura. En palabras de Luigi Prestinenza Puglisi: "El High- Tech ha continuado su difusión en los últimos años, pero de formas muy diferentes, desde el estilo neo-orgánico de Santiago Calatrava hasta el estilo neo-humanista de Renzo Piano y el estilo más lúdico de William Alsop".
Ninguno de estos diseñadores encaja plenamente en la definición de alta tecnología, pero todos siguen reflexionando sobre los vínculos (incluso formales) entre la arquitectura y la tecnología.
Es también en virtud de su disponibilidad a interpretaciones potencialmente infinitas que el High- Tech se ha establecido como el estilo (incluso antes de ser el movimiento) por excelencia de la arquitectura global y corporativa. Sus reelaboraciones, y los relativos epítetos, se multiplican en respuesta a la evolución de los temas del mundo del diseño: soft-tech y eco-tech, por ejemplo, aluden al deseo de afrontar los temas de la sostenibilidad y el ahorro energético.
Debido a su sustancial eclecticismo, que también se traduce en la considerable inconstancia cualitativa de sus expresiones, la corriente de alta tecnología puede considerarse intrínsecamente posmoderna. Como explica Federico Ferrari: "El citacionismo estético nos permite definir la alta tecnología como un fenómeno plenamente posmoderno. A menudo se indica, como rasgo distintivo del posmodernismo, la recuperación de lenguajes tomados del pasado, combinados de forma casual e irónica. Sin embargo, sería más correcto adoptar la definición de Charles Jencks, que habla más bien de "eclecticismo radical". En este sentido, la alta tecnología es sólo una de las muchas variantes posibles".
Mas arquitectura:
0 Comentarios